Al menos 29 personas perdieron la vida y más de 150 resultaron heridas tras un sismo de magnitud 6,9 que sacudió el centro de Filipinas. El terremoto causó daños en edificaciones, cortes de servicios y pánico entre la población de varias provincias afectadas.
El movimiento telúrico se sintió con fuerza en la madrugada, provocando el colapso y el agrietamiento de viviendas, así como la interrupción de carreteras y líneas eléctricas. Las autoridades locales desplegaron equipos de rescate y evaluación de daños en municipios especialmente golpeados, en busca de sobrevivientes atrapados entre los escombros.
Entre los heridos hay personas con lesiones moderadas y graves, y hospitales de la zona operan en condiciones de emergencia. Los servicios de emergencia trabajan contra reloj para facilitar atención médica, abastecimiento de agua potable y logística de evacuación en zonas de difícil acceso.
El gobierno filipino llamó a mantener la calma y seguir las instrucciones de protección civil. Además, solicitó apoyo internacional para responder al desastre, incluyendo equipos especializados y recursos para reconstrucción de infraestructura.
Las primeras imágenes divulgadas muestran calles bloqueadas por escombros, viviendas dañadas y habitantes desplazados. Las instituciones de gestión de riesgos advirtieron que réplicas fuertes podrían seguir poniendo en peligro a las comunidades vulnerables, por lo que instaron a reforzar medidas de precaución.
Este potente sismo recuerda la vulnerabilidad sísmica del archipiélago filipino, ubicado en el Cinturón de Fuego del Pacífico. La magnitud del desastre plantea un desafío humanitario inmediato que requerirá coordinación eficiente y recursos suficientes para atender a miles de afectados.