León XIV, nacido como Robert Prevost en Chicago, fue elegido como el 267° pontífice de la Iglesia católica y el primero originario de Estados Unidos. Su designación se dio tras un intenso cónclave marcado por la necesidad de continuidad espiritual tras el fallecimiento del papa Francisco. Siete cardenales estadounidenses ofrecieron una conferencia en Roma donde explicaron las razones detrás de su elección, destacando su humildad, capacidad de escucha, profunda espiritualidad y equilibrio entre tradición y renovación. Wilton Gregory, arzobispo emérito de Washington, sostuvo que el proceso fue más un discernimiento comunitario que una decisión política, alejando así cualquier especulación sobre una influencia nacionalista. Timothy Dolan afirmó que el hecho de que fuera estadounidense no influyó en su elección y que León XIV construirá puentes con líderes de todas las naciones. Durante el cónclave, el nuevo papa no ofreció discursos impactantes, pero impresionó a todos por su serenidad, oración constante y entrega. Joseph Tobin relató cómo lo vio rezar en silencio, abrumado por la responsabilidad. Los cardenales coincidieron en que su elección representa un equilibrio entre la doctrina de Benedicto XVI y el impulso pastoral de Francisco, lo que lo convierte en una figura capaz de guiar a la Iglesia en tiempos complejos.

