La juventud marroquí, agrupada en el movimiento “GenZ 212”, desafía desde fines de septiembre al gobierno y a la monarquía con una ola de protestas que ya se extendió por Rabat, Casablanca, Agadir, Marrakech, Uchda y Tánger. Lo que comenzó como reclamos por mejores hospitales y escuelas derivó en un cuestionamiento directo al sistema político, la corrupción y el millonario gasto destinado al Mundial 2030, que Marruecos coorganiza con España y Portugal.
Con TikTok, Instagram y Discord como herramientas de organización, el colectivo logró sumar más de 130.000 seguidores en pocos días. Las movilizaciones dejaron un saldo trágico en Lqliaa, cerca de Agadir: dos muertos y decenas de heridos, además de choques violentos, incendios y saqueos en varias ciudades. En Marrakech, un grupo de manifestantes prendió fuego a una comisaría, símbolo de la represión estatal.
Los jóvenes sostienen que, mientras el desempleo juvenil supera el 35% y persisten carencias en salud y educación, el régimen destina recursos a estadios de lujo y campañas internacionales. La consigna más repetida resume su descontento: “Primero salud y educación, después fútbol”.
Analistas comparan estas protestas con las del Rif (2016-2017), aunque destacan que ahora tienen un carácter nacional y generacional más marcado. El desafío no solo es económico, sino político: una juventud que exige cambios profundos en la forma de gobernar.