Bajar el consumo de azúcar en nuestra dieta puede traer algunos beneficios en nuestro cerebro y nuestra salud.
Los primeros días de un año, incluso en uno como este, muchas personas ven la oportunidad de cambiar sus hábitos: hacer ejercicio, ser más ordenados, comer más saludable.
Consumir menos azúcar, o dejarla por completo es una de las cosas que se asocian a lograr ese último propósito, pero no siempre es una meta fácil de conseguir. Veamos por qué.
Muchos tipos de azúcar
Cuando hablamos de azúcar en realidad nos estamos refiriendo a una serie de compuestos: los carbohidratos.
La sacarosa es uno de tantos tipos de carbohidratos que consumimos todos los días. Es el azúcar común, que se obtiene de la refinación de la caña.
Podemos pensar que si dejamos de añadir sacarosa al café, estaremos consumiendo menos azúcar, pero debemos considerar que no es el único carbohidrato en nuestra dieta.
En las etiquetas de los alimentos industrializados podemos leer que se les añaden azúcares: dextrosa, maltosa, fructosa. Entonces, ¿si dejamos de comer ese tipo de alimentos, nos libraremos de los carbohidratos? Tampoco es así.
La mayoría de esos azúcares añadidos tienen origen natural: la fructosa es el azúcar presente en las frutas. La lactosa es el azúcar de la leche. Así que a final de cuentas los carbohidratos están por todas partes.
Dulce recompensa
Aunque para el estilo de vida que llevamos ahora parece una tragedia que los carbohidratos estén por todos lados, en realidad antes fue una ventaja, porque nuestro cuerpo necesita azúcar para funcionar.
La mayoría de los carbohidratos que consumimos se digieren como glucosa, el azúcar que nuestro cuerpo puede utilizar para diversas funciones: el cerebro es uno de los órganos que más glucosa necesita para funcionar.
Es por eso que el cerebro tiene algo como un sistema de detección de glucosa: en el momento que comemos algo dulce, las papilas gustativas mandan una señal que activa el sistema de recompensa cerebral.
La dopamina es el neurotransmisor que se libera cuando se activa ese sistema de recompensa y que nos da una sensación de bienestar y felicidad.
Glucosa adictiva
Hay otras cosas que liberan dopamina en el cerebro, como la socialización, el enamoramiento o el uso de algunas drogas. La glucosa es una de las pocas comidas que logra eso.
Cuando estimulamos de manera continua ese sistema de recompensa, ocurren cosas no muy buenas: siempre estaremos buscando satisfacer esa necesidad de dopamina, que es lo que lleva a conductas de adicción.
La glucosa no causa una liberación de dopamina tan grande como ciertas drogas -nicotina, alcohol, cocaína-, pero sin duda tiene un efecto gratificante que nos hace querer consumir más y más azúcar.
Eso a la larga no solamente tiene un efecto en el cerebro: un alto consumo de azúcar se relaciona con el desarrollo de diabetes.
Así que aunque ustedes, y su cerebro, amen el azúcar, sepan que si consumen un poco menos de ella, estarán haciendo algo muy bueno.