Cuando se piensa en el Tío Sam, se imagina a un hombre mayor, de barba de perilla, ojos penetrantes, vestido con saco azul, camisa blanca y moño rojo, y sombrero de copa con estrellas, símbolo de Estados Unidos. Sin embargo, su origen se remonta más de un siglo antes de que James Montgomery Flagg lo popularizara en 1917 con el famoso cartel de reclutamiento de la Primera Guerra Mundial.
El Tío Sam se inspiró en Samuel Wilson, un matarife de Troy, Nueva York, que durante la Guerra de 1812 abastecía de carne a las tropas estadounidenses. Wilson etiquetaba sus barriles con “U.S.”, por “United States”, pero los soldados comenzaron a bromear diciendo que significaba “Uncle Sam” (Tío Sam), en referencia al proveedor que les enviaba carne. La historia se difundió rápidamente y, en 1813, un periódico de Nueva York se refirió por primera vez al gobierno de Estados Unidos como “Tío Sam”.
Aunque Wilson nunca tuvo relación directa con la política ni la guerra, su figura se convirtió en un símbolo nacional, reforzado por la caricatura que Flagg creó más de un siglo después, con su dedo señalando y el lema “Te quiero para el ejército de Estados Unidos”. Así, una broma sobre un matarife se transformó en la imagen icónica que representa a todo un país.

