Desde el 12 de octubre del 2003, la historia de la fórmula 1 tuvo un antes y un después de Michael Schumacher. El Alemán conquistaba su sexto título y sin discusión, se hizo con el galardón del mejor de todos los tiempos.
Cuarenta y seis años después de que, en 1957, Fangio lograra su quinto título mundial, Schumacher lo desalojó definitivamente del libro Guiness de los récords. Estaban igualados en cinco títulos, pero el alemán deshizo el empate en el Gran Premio de Japón, la última carrera de la temporada.
No lo consiguió exhibiéndose ni peleando por la victoria. Ni siquiera se asomó nunca a los primeros puestos. No lo necesitó. A Schumacher le bastaba con conseguir un punto, para lo que le era suficiente acabar el octavo, o, en su defecto, que el finlandés Kimi Raikkonen no lograra la victoria.
Schumacher fue octavo y su único rival no pudo superar a Rubens Barrichello, compañero del campeón en Ferrari, el mejor lugarteniente que jamás pudo imaginar.
